Una forma de vida: Implicaciones económico-sociales en emprendimientos rurales de integración.

Texto: María Llanos

¿Cómo creamos medios de vida sostenibles para personas migrantes y locales en el medio rural?

Maria Eugenia Vega (trabaja en Provivienda en inserción socio-laboral de personas migrantes) y yo facilitamos la conversación.
Invitamos a un grupo de personas que cuentan con experiencia personal en el mundo del emprendimiento y activismo agroecológico desde asociaciones de productores y consumidores, ecotiendas, productores locales, personas que trabajan en la integración de personas migrantes y personas migrantes. Isa Haro (El Encinar), Romualdo Benitez (El Ecosuper, La Retornable), Marta Lozano (Hortigas), Antonio Prieto (Finca Dos Hermanas), Charaf El Makkaoui (La Bolina), Ibrahim (Participante cursos La Bolina), Pilar Martinez (trabajan en Provivienda) y Janna Herzig (Antropóloga y Master en agroecología con estudio de caso de La Bolina).

Algunas de las preguntas que guiaron nuestra conversación fueron ¿Qué retos encuentran las personas o grupos que quieren lanzar un proyecto vital en el entorno rural creando medios de vida sostenible relacionados con la agroecología y en una economía social y solidaria? ¿se pueden generar puestos de trabajo estables, por cuenta ajena en el marco de la agroecología y economía social y solidaria? ¿Qué requiere esto?

Estas fueron algunas de las reflexiones.

“Los emprendimientos agroecológicos son formas de vida”.

Comenzamos la conversación hablando de los retos que experimentamos. Una de las dificultades es que en los pequeños emprendimientos hay actividades para las que no contamos con fondos, o con habilidades y/o conocimientos en muchos casos.

Marta Lozano apunta que “la productora no solo tiene que cuidar de la tierra, sino, comercializar, llevar la comunicación y el marketing, la prospección de mercados, la contabilidad”…Esta multiplicidad de tareas no son remuneradas mayoritariamente, debido a los bajos márgenes de beneficio, y en muchos casos carecemos de las habilidades para llevarlas a cabo de forma efectiva. Además “es fundamental trabajar el consumo. Educar y visibilizar, mostrar todo lo que hay detrás de la llegada a la tienda de nuestros productos. Son mercados frágiles y hay que seguir concienciando para abrir y fortalecer nuestro mercado”. Isa Haro.
“Más del 80% de las personas compran aún en grandes superficies tanto en la ciudad como en los entornos rurales”. Otro reto por tanto es llegar al mercado local rural. “Vendemos en la ciudad porque no sabemos o conocemos las maneras para abrir mercados en otros lados. Es fundamental comenzar a trabajar y sensibilizar al consumidor local”. (Marta Lozano)

Todas compartimos estas experiencias e ideas. Janna que trabajó creando los cimientos del proyecto de cestas ecológicas de la Bolina, ahora trabaja en Alemania donde parecen vivir problemas parecidos. Janna añade “la falta de tierras, las dificultades para encontrar dinero para la inversión inicial, y el estatus legal son también problemáticas recurrentes en este tipo de emprendimiento” Janna Herzig.

Estas tres problemáticas interactúan y se influencian. Si trabajamos tierras públicas o privadas en modalidad de cesión, hay muchas financiaciones públicas como los LEADER a las que no se puede acceder, bloqueando así el acceso a inversión inicial. Por otro lado, en muchos casos para conseguir apoyo inicial necesitas una figura legal, constituirte como autónoma, asociación, cooperativa. Esto implica gastos que en emprendimientos con bajo o nulo beneficio en sus inicios, son insostenibles.

A esto podemos añadir que darse de alta significa perder algunas ayudas que son fundamentales para la sobrevivencia de algunxs pequeñxs productorx. Este tema que puede ser polémico y discutible en términos éticos y morales, es una realidad matemática inminente en muchos casos, una paradoja del sistema. Al no estar dados de alta lxs pequeñxs productorxs no pueden solicitar subvenciones ni públicas ni privadas, lo que merma las posibilidades de despegue y desarrollo de ese negocio y sus posibilidades de regularse como negocio. Esta casuística afecta a la capacidad de desarrollar iniciativas agroecológicas en el entorno rural, donde la mayoría de estas iniciativas son de pequeñxs productorxs.

Esta reflexión nos deja algunas preguntas como ¿Qué formas legales pueden facilitar el emprendimiento rural y colectivo? ¿Qué rol puede jugar una asociación constituida como La Bolina?

Cuando nos preguntamos si ¿se pueden generar puestos de trabajo estables, por cuenta ajena en el marco de la agroecología y la economía local, social y solidaria? Se hace un silencio lleno de intención.
Isa dice “ La sostenibilidad económica es complicada. Nuestros proyectos se sitúan dentro de una economía de mercado capitalista pero trabajamos bajo marcos y principios que no son de ese mercado”. Romu de acuerdo con Isa puntualiza “nuestros principios nos llevan a trabajar de forma más lenta y cuidadosa” participativa, producimos acorde con la temporada, bajo principios no solo ecológicos, sino sociales y económicos “y luego otros productos, envueltos en plástico y polietileno de fuera de España y fuera de temporada y de dudoso trato a los trabajadores, están en nuestra misma categoría ecológica. Debería haber una manera de reconocer esa diferencia comparativa”.

Este tipo de distinciones no se reflejan. Es difícil cuantificar el impacto medioambiental, social y económico de los proyectos agroecológicos en entornos rurales. Si ponemos por caso La Bolina, en términos numéricos no hay un impacto relevante. La Bolina ha generado 3 empleos de producción, comercialización y eventos y comunicación. La Bolina revierte en productores locales una media de 2000 euros mensuales, gracias al proyecto 8 personas viven ahora en el Valle y hemos regenerado media hectárea de terreno; hemos alquilado hasta 3 viviendas lo que supone un ingreso adicional para personas del pueblo. Como vemos el impacto en términos económicos y cuantitativos es reducido sin embargo cualitativamente el cambio es fundamental. Hay un impacto que proviene de realizar actividades culturales en las plazas y calles, atraer personas al Valle para dar a conocer sus productos, costumbres y lugares, plantar flores y atraer abejas y pájaros, atraer gente joven de diferentes procedencias a las calles del pueblo y a trabajar la tierra. Este proyecto ha creado redes y grupos de productorxs agroecológicos y sirve de ejemplo, de empresa rural asentada en el territorio.

Estos impactos son difíciles de cuantificar y por tanto de valorar y apoyar según los marcos a través de los cuales damos importancia a las cosas. A esta invisibilización se une la ignorancia en los precios finales de las externalidades negativas de los productos que llamamos convencionales. No solo se ignoran los grandes beneficios locales de la agricultura agroecológica sino que además se obvian en el precio de lo convencional los costos medioambientales del transporte, de la producción y reciclaje del plástico envoltorio, de la desertificación de las tierras donde se cultiva en monocultivo intensivo, del secado de los acuíferos que lo riegan, y los estragos sociales de las condiciones inhumanas de los trabajadores de estos grandes latifundios. Estas externalidades negativas que no están en el precio del tomate alguien las está pagando. Suelen ser lxs migrantes con sus derechos, la tierra con su salud y los estados con los impuestos que todos pagamos para mitigar los impactos. Aunque el tomate parece barato en el Mercadona, nos está saliendo mucho más caro al conjunto de la sociedad.

Estas son las historias de los productos que hay que contar, y las distinciones que el sistema alimentario y su regulación, debería aprender a hacer.

En resumen, nos encontramos con unos emprendimientos agroecológicos de subsistencia que ofrecen salarios bajos y horas extra de trabajo no pagadas para cubrir roles, participación, formación y sensibilización a la población. Con estas circunstancias

¿Por qué proyectos como estos?

Durante nuestra conversación hablamos de empleo, de puestos de trabajo estables. Sin embargo esto es más que un puesto de trabajo, y a veces, es todo menos un puesto de trabajo. Es importante entonces preguntarse ¿qué son estos emprendimientos rurales agroecológicos? Son una forma de vida. Una manera de expresar valores, de dar vida a un paradigma de pensamiento, a una visión de la sociedad y del futuro. Son formas de vivir a través de las cuales nuestras creencias, sueños y capacidades toman forma. Es un trabajo, es activismo y es realización personal.

Es un trabajo entendido desde otro modelo económico. Desde la economía budista el trabajo es una “una oportunidad de utilizar y desarrollar las facultades; nos permite superar el egocentrismo uniéndonos a otras personas en una tarea común, colaborando y apelando al saber y poder del colectivo; y aporta los bienes y servicios necesarios para la existencia” (E.F Schumacher Small is beautiful). Esta visión integral corresponde también a la economia feminista y economia verde.
Estas iniciativas y sus conceptos de “empresa”, “trabajo”, “salario” no se pueden entender desde el marco de pensamiento capitalista donde el trabajo es un gasto a reducir parte del empresario y tiempo vendido por parte del trabajador, creando una tensión irresoluble.

¿Quién participa de estos proyectos?
Nos encontramos en el zoom un grupo de personas que vivimos en Granada y sin embargo nadie es granaino. Esta es una realidad recurrente en proyectos de esta índole que son liderados por los principios que llevan a las personas a impulsarlos. Personas que suelen tener una práctica y entendimiento de lo colectivo, lo asambleario, lo social, lo político y económico.

¿Podemos trabajar desde estos proyectos con personas migrantes?
Desde la Bolina hemos intentado que nuestra iniciativa agroecológica creará medios de vida para personas migrantes. Ofrecer “trabajo”, para regular su situación, bajo un modelo participativo, horizontal, empoderador y una agricultura regenerativa y sostenible.
No ha sido fácil encontrar personas migrantes que quisieran trabajar en agricultura y vivir en el entorno rural.
Cuando preguntamos a Charaf e Ibrahim qué tiene que tener un trabajo en el entorno rural para que sea interesante. Charaf comenta “ Para mi las cosas básicas son tener acceso a una casa, que haya servicios mínimos, un supermercado para comprar cosas que no tienes en la tierra, un centro de salud, y también el transporte. Esto es clave. Si tienes que transportar gente o herramientas es complicado (sin carnet o sin vehículo) y también para salir o entrar de El Valle. Sin embargo, si hay trabajo eso es lo más importante para mi”.

Ibrahim: “En el pueblo es fácil vivir porque es barato, pero sin trabajo no se puede hacer nada”.

Pilar que trabaja con Provivienda acompaña sus comentarios desde su experiencia de trabajo con personas que han migrado “A muchas personas les da igual donde vivir siempre y cuando tengan trabajo. Y es importante el apoyo en la integración”.

El emprendimiento agroecológico suele ofrecer “empleo precario” visto desde un punto de vista capitalista y exclusivamente económico. Esto nos ha llevado a enfrentar dos dificultades con respecto a la integración de personas migrantes en este tipo de iniciativas.

La primera tiene que ver con la capacidad de crear un trabajo que sirva a la persona migrante. Un trabajo por cuenta ajena a tiempo completo y mínimo por un año. Bajo los criterios de la economía del sistema, pongamos el salario mínimo interprofesional, ronda los 1000 euros. Lo que supone una inversión de la asociación de 1300. Este puesto de trabajo es difícil de crear y sostener.

Esto crea tensiones en el proyecto respecto a la necesidad de incrementar y sostener un mercado, crea incertidumbre respecto a la implicación de la persona, cuya necesidad fundamental es tener un contrato bien pagado y cuya participación emerge de la motivación por dicho trabajo. Y por último, en caso de poder sostener dicho empleo, ¿cómo resolvemos las tareas y roles extraordinarios que suele recaer en las personas trabajando en emprendimientos agroecológicos y no son pagados como, marketing y comunicación, formación y sensibilización, participación y otros?.

En segundo lugar, y en relación a la última pregunta, desde nuestra experiencia trabajar con personas que han migrado en proyectos agroecológicos de repoblación rural implica la inversión de energías y tareas que deben visibilizarse en relación a:

  1. Economía de los cuidados. Las redes de apoyo que ofrecen soporte emocional, relacional, personal no existen y por tanto deben crearse. Estas son más importante si cabe en el entorno rural que cuenta con menos medios y recursos, por ejemplo el transporte. Así mismo, el apoyo en gestiones administrativas.
  2. Economía de activismo. Como hemos mencionado, el trabajo extraordinario que se hace en temas de educación y sensibilización, comunicación, participación y trabajo en red, que en muchos casos se hace de forma no pagada, no tiende a recaer en las personas migrantes debido al idioma, motivación, empoderamiento y capacidades. Estas tareas recaen por tanto en las personas de apoyo de la asociación.
  3. Apoyo relativo a la formación para la realización del trabajo. Para poder incorporar a personas en el trabajo en agroecología y comercialización hay un proceso formativo y de tutorización y apoyo de muy larga duración. Esta formación, apoyo y mentoría recae en las personas de apoyo que conforman la asociación.

Estas tareas deben visibilizarse, contabilizarse y buscar formas de sostenerlas. La invisibilización de estas economías y actividades, puede crear burnout en las personas de apoyo y desigualdad en relación a los roles dentro de la organización, una desigualdad difícil de sostener en el tiempo. Es fundamental buscar y asignar recursos adicionales de apoyo estructural para poder sostener dichas tareas. Esta diversidad de economías y actividades nos lleva a entendernos como organización híbrida, que es a la vez empresa y organización social.

¿Cómo se sostienen las iniciativas agroecológicas y de la economía alternativa?

El asociacionismo, la colaboración y la participación son clave. Isa menciona “Trabajar en red, crear alianzas, como por ejemplo la red de ecotiendas en Granada, puede ser una manera de crear sostenibilidad económica”. Colaborar para reducir gastos, comercializar colectivamente.
“Generar oportunidades de mercado en iniciativas como plantines, estiércol, purines, al asegurar compra y venta y fortalecer así la economía local y circular” añade Romu.
Toño resalta “el Asociacionismo como un elemento crucial. Unirse para compartir recursos, asesorías en subvenciones, compartir herramientas, maquinaria, comercialización, sensibilización”. Estas son las maneras de crear resiliencia para estos proyectos.

En resumen. Hay potencialidades y oportunidades en los emprendimientos agroecológicos que debemos aprovechar. El trabajo en red, los recursos que encontramos en los entornos rurales en activos infrautilizados y el asociacionismo ofrecen, especialmente hoy en día, grandes oportunidades para la agroecología, así mismo enfrentamos limitaciones estructurales que dificultan la competencia justa en el mercado y el impulso por la falta de oportunidades para inversiones iniciales y facilidades para la regularización.

Sin embargo, como apunta Marta Lozano

Nos encontramos en un buen momento, si hacemos un balance, hay una curva de crecimiento, igual impulsada por una moda, igual favorecida por la pandemia, pero hay que aprovechar el tirón. Tenemos que crear más personas agroecológicas.

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