¿Desde qué realidad se piensa la integración?

Texto: María Llanos

Este es el segundo blog de una serie que se enmarca dentro de las reflexiones y aprendizajes que se han generado a través de la evaluación participativa de La Bolina.

¿A quién le pertenece el proceso de integración?

¿Qué rol tiene la persona migrante?

¿Qué rol tienen las instituciones, ONG´s y las administraciones locales en los procesos de integración y que integración promueven?

¿Qué papel tiene la comunidad y que tipo de integración se hace desde aquí?

¿Qué requieren los procesos de integración en entornos rurales despoblados?

Estas son preguntas cruciales que han marcado la estrategia de integración de La Bolina. Este blog cuenta la experiencia de 4 años de La Bolina a través de la reflexión colectiva con habitantes de la comunidad rural donde nos asentamos, personas migrantes trabajadoras y voluntarias de la Bolina y personas que trabajan en temas de integración y participación desde otras organizaciones.

La Bolina surge de un grupo de personas que se reúnen por tres semanas en un pequeño pueblo al norte de España en 2016 con la intención de reflexionar de forma profunda y crítica sobre los procesos migratorios, el trabajo social de integración en los países receptores y los proyectos de desarrollo comunitario.

Muchas de nosotras veníamos del campo de la cooperación, del trabajo social y coincidía nuestro interés por explorar formas diferentes de trabajar. No solo desde los principios de solidaridad y derechos sino también desde la amistad, la participación y la horizontalidad. Reivindicamos la integración como un conjunto de relaciones no de actividades, como un proceso comunitario y no institucional. Esto ha supuesto unas formas de convivir y de relacionarnos, de trabajar, de decidir, de financiarnos.

Las personas que nos acompañan para reflexionar sobre los alcances, retos y resultados de estos 4 años de trabajo son: Eleke que participó como voluntaria en el proyecto en 2018/2019; Eileen, residente del Valle, clienta de La Bolina y amiga de sus miembrxs; Victor, profesor de la universidad de bellas artes y migrante también en el Valle; Ana, cliente y colaboradora de las cestas y migrante en El Valle; Betsy trabaja con personas migrantes promoviendo la participación desde su asociación Barbecho; Pilar trabajadora de Provivienda. Ernest facilita esta reflexión. Ernest es miembro de la Bolina desde 2018 a 2019 y colaborador actualmente además de residente en El Valle.

Ernest comienza preguntando

¿Cuál es tu experiencia con las personas del proyecto y con las personas migrantes?

Eileen menciona que conoció a Ernest en el Coro del Valle y que su “participación ha aportado experiencia, cultura y color al coro. Sois un elemento esencial”. El coro es una actividad a la que personas de la Bolina asistían, así comenzó a participar Ernest.

En la conversación comienzan a surgir otras actividades como las noches de Pizza en el Almazen de La Bolina, mercadillos y cenas. Estos se convierten en lugares de encuentro donde tanto locales, como personas migrantes se encuentran. En las jornadas de puertas abiertas personas de fuera de El Valle vienen a conocer y trabajar un día con La Bolina. “Estos espacios son buenos, pero sobre todo cuando conservan su honestidad. Cuando la gente participa por que quiere” y con esto Eleke resalta la importancia de la participación honesta como clave para que dicha actividad genere relaciones que favorezcan la integración.

La motivación para participar, realizar actividades que te apasionan, es comenzar a construir redes, identidad y un rol en la comunidad. “Por eso como organización es importante escuchar a las personas, atender a lo que las personas quieren hacer, y facilitar el acceso a esos espacios” puntualiza Eleke.

Ernest recuerda el placer no solo de participar sino de organizar los partidos de fútbol que jugábamos en Granada con personas migrantes y locales, así como el día del deporte enmarcado en la semana de personas refugiadas y migrantes que impulsó La Bolina en 2018.

Las organizaciones podemos facilitar y potenciar la participación de las personas y podemos ir más allá, cediendo el liderazgo y apoyando para que las personas migrantes puedan impulsar iniciativas por sí mismas gracias al marco que ofrece ser organización. Esto requiere de apoyo y recursos. Una inversión de tiempo y energía que debemos visibilizar y cuyo impacto es la integración y el empoderamiento. “No solo jugaba al fútbol sino que contribuía positivamente generando un espacio para las personas migrantes.” Afirma Ernest de su experiencia organizando eventos desde La Bolina.

Recordamos también cuando miembrxs de La Bolina participaron en las fiestas de los Reyes Magos de El Valle, haciendo remojón con las mujeres en la fiesta de la Naranja, de voluntarixs en la carrera de Saleres. Esto hace referencia a la importancia de “dejarse ver” como dice Eileen, de tomarse un café en el bar del pueblo, de participar en las actividades que se organizan en la comunidad para favorecer el contacto, creando así oportunidades de diálogo, de intercambio y de identificación con el otrx, de encuentro en lo común.

La participación en estos espacios ha sido clave en los procesos de integración en el entorno rural.

Una característica común que tienen los espacios de integración que mencionamos es su carácter mixto, espacios donde personas con intereses comunes participan de fútbol, noches de pizza y baile, una caña en el bar, fiestas del pueblo, el coro… Son espacios que existen por y para la comunidad y con objetivos concretos que no son la integración, pero que la consiguen.

Estos “son espacios neutros en donde nos encontramos en una situación de horizontalidad”. Como apunta Betsy más adelante,“el bar es un espacio abierto a todxs, no disgregado, donde tu origen, procedencia e historia no está definiendo como la gente te ve. En un bar tú y yo, aunque seamos muy diferentes, somos lxs dos clientes y nos permite interactuar desde esa horizontalidad, desde una igualdad”. Betsy continúa con su explicación “si al ser introducida en un espacio, la persona se ve o le perciben como usuario de un programa de asilo o de atención a personas migrantes de una asociación” eso puede crear barreras a la hora de enfrentar un proceso de integración y creación de relaciones igualitarias. Esto puede ocurrir cuando las actividades son exclusivas para las personas migrantes o se da una intermediación obvia de una asociación.

La realización de actividades exclusivas para personas migrantes puede crear barreras para la integración. A veces barreras físicas al no compartir espacios, pero sobre todo barreras invisibles, esa película que aunque sutil rodea al grupo, pues dificulta las posibilidades de acercamiento y establecimiento de relaciones entre personas al presentarse como grupo gestionado. Cuanto más grande el grupo más impermeable la película.

El grupo organizado puede contribuir a ratificar un imaginario del “migrante” mediatizado por una persona blanca que gestiona, habla y coordina, una imagen donde falta individualidad y la participación está mermada. A pesar de nuestra buena intención, determinadas actividades y cómo se gestionan, pueden contribuir a perpetuar imaginarios donde el migrante aparece como no individualizado, no participativo y desempoderado. El migrante no como persona sino como perteneciente a un grupo “Los migrantes” que pone barreras a la identificación, reconocimiento y la empatía.

Estas imágenes se crean y refuerzan a través de los medios y se graban en nuestros imaginarios.

Esas imágenes (si no tenemos acceso a otras, si no contamos con experiencias directas) forman nuestros pre-juicios que son ideas, opiniones o juicios sobre personas, ideas y cosas, concebidas antes de la experiencia. Psicológicamente se entiende como una distorsión de la percepción. Debemos luchar contra los prejuicios que se forman en el colectivo ofreciendo, experiencias directas y diferentes imágenes e historias. Espacios donde las personas migrantes lideran o participan de forma individual lo que nos permite formar opiniones de la persona donde su origen y estatus legal es menos protagonista.

Pilar hace hincapié en la importancia del trabajo que desde las instituciones se puede hacer para la integración a través de la construcción de vínculos con la administración. “ La administración confía en la asociación, por tanto las personas del pueblo confían en la asociación y así en las personas migrantes”.

El comentario de Pilar me hace preguntarme

“¿Qué rol ha jugado la constitución de una asociación y las relaciones, informales o formales con el ayuntamiento para favorecer la integración de personas en el Valle desde La Bolina?”.

Contar con un marco legal y, sobre todo visual, a través del cual realizar actividades ofrece un soporte importante. Colaborar con el ayuntamiento puede ofrecer consistencia y cierta seguridad a lxs pobladorxs.

Y al mismo tiempo en el entorno rural donde somos pocas personas, la confianza funciona experiencia a experiencia, boca a boca, se construye desde abajo y de forma directa mientras que en la ciudad, debido a la aglomeración y a una mentalidad de eficiencia y escala, la confianza se deposita en instituciones u organizaciones que la gestionan.

El contacto humano directo es más difícil en la ciudad. La tercerización es un proceso subsecuente del paradigma de las economías de escala y aglomeración, de la cultura y formas de hacer de la ciudad, formas que en más de un lío nos han metido y cuyas consecuencias estamos sufriendo ahora. Tercerizamos nuestra alimentación que acaba en las manos invisibles de algún hipermercado, nuestra confianza depositada en instituciones y no personas, nuestros procesos mentales que descansan, en modo stand by, en juicios prefabricados para nosotrxs òr los mass media y nuestra solidaridad, encapsulada en cómodos pagos mensuales a ONG´s, sale de nuestra cuenta cada mes. Este paradigma, estos procesos han coadyuvado a la ruptura de lo personal, lo experiencial y lo comunitario y nos alejan de la reflexión, de los sentimientos y de una vida en contacto con lo esencial de “ser humano”.

Esto implica formas de trabajar diferentes en el entorno rural, donde aún se dan dinámicas a escalas razonables, más humanas. Desde nuestra organización es más importante ser habitante de El Valle que gestionar relaciones institucionales.

¿Qué más especificidades tiene la integración de personas en los entornos rurales?

Encontramos barreras específicas para la integración en los entornos rurales, como el lenguaje, la falta de transporte y las dependencias que eso genera, comentan tanto Eileen como Eleke. El proyecto debe hacer un esfuerzo para facilitar y apoyar en estos temas.

Ana plantea una duda sobre el rol de la persona en su propia integración, “¿Qué pasa cuando la gente no se quiere integrar o no hace esfuerzos por integrarse?”, en “El Valle contamos con muchas comunidades, como la inglesa, que no se mezclan, no hablan el castellano y que frecuentan espacios específicos y bastante disgregados”.

¿Hasta qué punto se puede apoyar un proceso de integración y cómo se debe gestionar la responsabilidad del mismo?

Son preguntas fundamentales y paradojas con las que nos hemos encontrado en La Bolina. La integración depende de la voluntad de la persona y se facilita a través del empoderamiento y apoyo que puede ofrecer la organización.

Victor llama la atención sobre “La sociedad del pueblo a la que se pretende integrar a los migrantes, no es una sociedad hecha, se está desestructurando, está cambiando. Hay que hacer sociedad, hay que hacer pueblo. La gente mayor se está muriendo y con ellos toda una cultura. La gente joven está desubicada, es un momento para crear sociedad no para integrar.” El trabajo de repoblación del entorno rural y de integración, debe ser un solo movimiento de construcción del imaginario cultural y social rural contando con las personas migrantes que nos constituimos como nuevos pobladores. Este proceso debe primeramente recolectar y visibilizar la herencia cultural en la que nos asentamos y aportar y construir desde ahí con los valores, principios y costumbres que aportamos lxs nuevxs habitantes.

Víctor apunta a la importancia de la recuperación de artesanías, oficios antiguos que hoy se han perdido y han dejado un hueco de necesidades insatisfechas, pues puede ofrecer la posibilidad de la integración económica y cultural a la vez que construimos soberanía y resiliencia en el entorno rural.

En resumen, La Bolina ha hecho un esfuerzo por favorecer y crear espacios mixtos, o liderados por personas migrantes, con objetivos como disfrutar, aprender, jugar junt@s y que conlleva el empoderamiento y la integración de las personas. Espacios horizontales, elegidos, espontáneos, honestos, abiertos como son los procesos relacionales de los seres humanos. Nos hemos centrado en la creación de vínculos personales, lo cual implica un trabajo a nivel comunitario más que institucional y una participación desde lo personal más que desde lo profesional o laboral. Trabajar en integración en el entorno rural significa estar aquí como persona, para las personas y poniendo la organización al servicio de las relaciones.

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