Texto: María Llanos
Nos sentamos un grupo de 5 personas Ana CICODE (UGR), Mar REAS y Creacultulab, Zaira de ASAD, Carmen del Huerto El corazón Manda, Benjamín del Ayuntamiento del Valle y yo, María como facilitadora de la conversación y miembro de La Bolina.
La conversación se centra en el trabajo en red. Primeramente valoramos y definimos juntas los tipos, cualidades, objetivos, beneficios y retos de las redes en que nos encontramos. Esta reflexión baja a lo concreto con cada ejemplo que nos brindan las compañeras y aterrizamos las ideas sobre el trabajo en red de La Bolina.
¿En qué redes trabajáis y cómo son esas redes?
Carmen trabaja en una tierra cedida cultivándola y dando formación. Sus “redes salen de ahí, de los proyectos que vamos creando lxs que estamos”.
El trabajo constante y transversal que necesita y que ofrece la tierra y el cultivo permite crear un espacio de aprendizaje continuo, de seguridad y encuentro, un espacio donde surgen conversaciones al ritmo necesario para que surja la complicidad y la confianza.
Así es el espacio y la forma en que se tejen relaciones personales desde donde emergen ideas, iniciativas, acciones en el Huerto de Carmen.
La forma en que Carmen habla de las redes, me recuerda al micelio, esa red invisible de hongos que recorren los bosques sirviendo de canales de comunicación entre árboles, plantas,nutrientes. La tierra, aquí también sirve de espacio y el aprendizaje de micelio para conectar, desarrollar, resistir.
Otro tipo de colaboraciones, desubicadas de la tierra y más centradas en organizaciones y no tanto en personas, sirven, reflexiona Carmen,
“como espacio para conocernos, que es más importante que que nos conozcan”.
Estos espacios de encuentro son
necesarios para que, desde el reconocimiento mutuo, puedan surgir oportunidades para la colaboración.
Similar es la forma en que describe Ana una parte del trabajo en red que se desarrolla en el CICODE, centro de la UGR, en forma de “redes de contactos, porque trabajamos juntas desde hace muchos años, no porque haya una plataforma. Son contactos que se establecen para realizar trabajos puntuales pero que pueden durar en el tiempo”.
Zaira habla de las redes cotidianas de trabajo que se tienen con aliados para abordar objetivos concretos. “Estas dinámicas de colaboración se generan muy fuertes y de forma coyuntural, cuando termina el proyecto, termina la colaboración, aunque se sostiene el contacto y la idea de colaborar en un futuro. Estas redes no son muy consolidadas y estructuradas”, son latentes y “están enmarcadas y dependen de proyectos y fondos”.
Zaira nos aclara que dentro de las redes informales hay las que “sí se mantienen a lo largo de los años debido a que el propósito común permanece y no es tan dependiente de un proyecto concreto. Esas alianzas aunque informales permanecen en el tiempo.”
Carmen, Zaira y Ana están hablando de una forma de relacionarse y hacer que vamos a llamar redes informales. Y dentro de estas parece importante reconocer y distinguir dos formas diferentes de entender y abordar la relación.
Una forma de colaborar que es temporal, puntual y utilitarista, basada en relaciones personales de larga duración y estables entre organizaciones o personas dentro de esas organizaciones. Estas colaboran para satisfacer necesidades puntuales (aunque estratégicas) de unas y otras a través de servicios como la impartición de cursos, talleres, formaciones, facilitaciones, o uniéndose de forma puntual (aunque estratégica) para solicitar conjuntamente fondos concretos para el desarrollo de actividades específicas. La red es un medio para, el objetivo final es la acción que se ejecuta.
Otro proceso es el de conformación de relaciones y acciones que describe Carmen al inicio. Un proceso lento que va emergiendo poco a poco y donde se construyen relaciones de apoyo mutuo, confianza, aprendizaje y desarrollo personal y grupal. Este proceso es fin en sí mismo, y las acciones resultado del mismo son sus propiedades emergentes. Estos frutos son difíciles de preveer aunque firmemente intencionados. Así surgen ideas, que poco a poco, germinan en acciones y van transformando personas y territorio. Un proceso casi invisible, impredecible mientras se teje, como el micelio, que no vemos, pero va trabajando bajo tierra.
Así mismo entiende Carmen que deben desarrollarse las redes en los entornos rurales, cuando Mar nos pregunta,
¿Para fomentar el desarrollo local y rural son las redes informales más fructíferas que las formales?
En el entorno local y rural hay que prestar atención a eso que ya está pasando. Si utilizamos la metáfora que nos regala Carmen, al mirar a lo local y lo rural hay que primero ver el ecosistema de plantas, árboles, hierbas, esto es de personas, grupos, instituciones y cómo de forma orgánica ya se están relacionando. “
Observar esas relaciones, esas comunidades que funcionan por sí solas, que seguramente no estarán formalizadas con convenios y documentos de entrada y salida, pues no lo necesitan, están formalizadas históricamente y tienen su función en el ecosistema. Tenemos entonces que entender todos esos procesos comunitarios, valorarlos e impulsarlos. Visibilizar lo pequeño, lo presente y trabajar desde ello, pues es la base desde donde surge lo grande, lo global”. Es en ese momento en el que puede ser interesante transformarse o unirse a redes de envergadura y estructura que permitan influir en ámbitos estatales, globales, abstractos pero a la vez con impactos concretos como, leyes, mociones, políticas, presupuestos, estructuras.
Mar, reflexiona desde su experiencia transitando estas relaciones entre lo formal e informal, desde su trabajo en la Diputación y desde su largo activismo en REAS.
“En diputación nuestra prioridad era dar voz a los colectivos que no podían llegar directamente a la administración, diseñando acciones, llevando reivindicaciones para que pudieran entrar a formar parte de las demandas que se hacían en diputación, como por ejemplo a través de mociones o de enmiendas presupuestarias.
Las redes informales que son más activas y creativas tienen problemas para acceder a lo formal. Por tanto hace falta que haya conexiones entre redes informales y formales, no fusionar pero si conectar, para que las informales aporten creatividad y acción y las formales sirvan de altavoz y plataforma”.
¿Qué queremos decir con redes formales?
Cuando describimos las redes formales parecen coincidir varias características, son redes entre instituciones y no personas. Tienen un carácter largo placista, están definidas, regularizadas y enmarcadas en unos objetivos y procedimientos concretos más o menos arduos y responden a los objetivos de las organizaciones.
Este carácter largo placista permite trabajar estratégicamente marcándose objetivos comunes, como puntualiza Ana. Nos permiten aprender y ver otros puntos de vista, comenta Benji, aunque los procesos formales tienden a hacer de estos espacios máquinas burocráticas difíciles de mover. “Para trabajar, mejor las redes informales” piensa Benji.
“Las redes formales son más sostenibles al no depender de contactos personales que por la movilidad de las personas pudieran perderse en contextos más informales”, puntualiza Zaira. Estas no dependen de fondos y proyectos concretos. Son estables, lentas, predecibles, duraderas y burocráticas.
Las redes (formales e informales) se mueven en escenarios diferentes y satisfacen sus necesidades de forma diferente. Las diferencias entre las redes no sólo están marcadas por los objetivos y procesos que siguen sino a los sitios a los que acceden, por ejemplo las redes informales es difícil que accedan a fondos, o propongan ideas en escenarios formales, como comenta Mar.
Es por ello que es fundamental, en opinión de Mar, establecer alianzas entre redes informales y formales evitando la fagozitación de las segundas a las primeras. Pues ambas tienen que existir.
¿Cómo ha trabajado La Bolina en Red?
¿Qué hemos aprendido?
En 2017 un grupo de personas llegamos nuevas a Granada. Nuestro primer movimiento fue mapear los actores locales relevantes, organizaciones, grupos, colectivos, instituciones.
Tuvimos varias reuniones con grandes instituciones pero de esos esfuerzos poco germinó.
A través de colegas, compañeras y amigas comenzamos a conocer a personas. Algunas de ellas catalizadoras como es el caso de Mar Osuna, que nos abrió el espacio tanto a la participación política como al entramado de la sociedad civil.
Estos contactos personales, basados en la confianza y reforzados con la ejecución de acciones comunes, han sido el micelio sobre el que se desarrollaron las primeras actividades de La Bolina. Durante el primer año, las actividades gravitaron en torno a la ciudad de Granada hasta la ubicación del proyecto en el entorno rural. El micelio de la ciudad es mucho más denso e interconectado, lo que nos permitió desarrollar muchas iniciativas en colaboración con, La Recicreativa, La CSOA La Redonda, La Barraca, ASAD, Dar al Anwar, La Mezquita de la Vega, Facultad de Bellas Artes, Granada en Transición, Provivienda, Vamos Granada, etc. Las redes informales y formales que se dan en la ciudad son activas y dinámicas, un estratégico comienzo para los primeros pasos de la asociación mientras se definía la ubicación definitiva del proyecto en el entorno rural.
Una vez ubicadas en El Valle, y desprovistas de contactos que nos permitieran entrar en las redes del entorno, realizamos algunos intentos para congregar a la gente joven, gente mayor con escaso o ningún resultado. Hasta que invertimos nuestra estrategia.
Comenzamos a participar de actividades organizadas por el pueblo, voluntarias en las migas y el remojón para la fiesta de la Naranja, participar en las fiestas locales, apoyar al bar local entre otras.
Esta etapa de llegada coincide con la fase del proyecto en que desarrollamos un emprendimiento agroecológico con el fin de crear medios de vida sostenibles para personas migrantes y mejorar los ingresos de productorxs locales. Nuestros esfuerzos se centraron en regenerar las tierras, producir y emprender en este nuevo contexto.
La falta de contactos clave, de estas personas catalizadoras, y el movimiento necesario de concentración que tuvo que hacer el proyecto para sacar adelante la producción, supuso una desconexión del trabajo en red, agravada por la pandemia.
Conclusiones y aprendizajes desde esta experiencia de Redes en lo Rural:
En el trabajo realizado por La Bolina las redes informales han sido claves, y se han construido desde el espacio de confianza que dan las relaciones personales, y se han fortalecido a través de la acción conjunta. Esas relaciones, dinámicas, creativas han permitido realizar multitud de actividades al no depender de proyectos o fondos sino de la voluntad de hacer. Esta libertad para hacer también supone precariedad, que quizá no se daría a través de la participación en redes más formales o redes informales destinadas a la ejecución de proyectos financiados. Sin embargo hemos priorizado la actividad, “hay proyecto aunque no haya fondos”.
La participación en redes supone una inversión de tiempo y recursos, cuanto más estructurada más tiempo en gestión requiere. La Bolina ha trabajado desde marcos ágiles de ejecución, y propuesto un proyecto complejo con personal reducido. Esta cualidad, pequeña y experimental de la intervención debido a su carácter innovador, ha definido el tipo de redes y relaciones que hemos mantenido, alejándonos de las redes formales. Sin embargo según el proyecto ha evolucionado las necesidades también cambian, y por tanto cambia el tipo de relaciones que estableces y que necesitas.
Para sostener las redes hay que nutrirlas. Reducir nuestra actividad en redes supuso desvanecerse de los mapas de participación y conversación conjunta. Las redes se nutren de la interacción, no interactuar es desaparecer. Las interacciones como hemos mencionado antes son más accesibles en la ciudad y se dan de manera diferente en el entorno rural. Hay que aprender a observar y entender las relaciones en el entorno antes de actuar para poder participar adecuadamente.
Ahora 3 años después nos encontramos establecidas en el territorio, viendo los primeros atisbos de nuestro rol como catalizadoras en El Valle con el fin de conformar “redes ideológicas, entre proyectos que creen en la transformación social, en la necesidad de cambio. La Bolina puede ser un referente a nivel local para el impulso de las redes y acciones de transformación social”.
Carmen continúa la reflexión sobre el rol de la Bolina en el futuro, pues “habiendo madurado es tiempo de compartir lo aprendido y favorecer la multiplicación de proyectos parecidos. Ser la hermana mayor de otras iniciativas para dejar de ser punta de lanza y crear ese micelio de proyectos que aprendan de nuestros errores y aciertos”.
Es tiempo por tanto de reflexionar y compartir, de levantar la cabeza y extender las redes para acompañar el proceso natural de la asociación, que esta cumpla su potencial de transformación territorial y favorecer desde nuestra experiencia y con nuestro apoyo, brotes que puedan surgir en otros territorios.
Y así “Seguir dando vidilla al entorno rural” como dice Benji. Y ¡qué mejor que dar vida!