El gran desafío de crear espacios horizontales y seguros cuando aprendemos sobre temas sensibles a través de técnicas poco convencionales
Mariana de Oliveira Santos
La Bolina es una entidad que tiene como prioridad la lucha contra las desigualdades, y su equipo de facilitadores, bien como las personas que vienen a participar de nuestros proyectos y formaciones provienen de varias partes del mundo. A veces, facilitar ciertos contenidos sensibles puede ser un gran desafío cuando estamos en un grupo grande o muy variado, hay dinámicas que pueden facilitar o dificultar que un espacio sea considerado seguro y horizontal por las personas participantes. En este artículo, compartimos algunos consejos.
El pensamiento decolonial respalda la critica y la deconstrucción de lo que entendemos como una “sala de aula tradicional”, donde hay el “emisor” (maestro) y los “receptores” (alumnos) cada uno en su posición, respondiendo a cierta rigidez, no solo metodológica, pero también jerárquico. A principio solo la deconstrucción de este modelo tradicional, a través de la invitación, por ejemplo, para que las personas se sienten en el suelo y no en las sillas, ya es una manera de que los contenidos sean trabajados desde otra perspectiva. Sentarse en el suelo puede ser un cambio simbólico, pero relevante para la propuesta de tener mayor horizontalidad y libertad de movimiento para las personas presentes (principalmente si llevamos en cuenta a personas con alguna diversidad funcional a las cuales puede ser más difícil estar sentados por mucho tiempo). Pero cuando pensamos en aprendizajes transformadores, el desafío de criar espacios horizontales y a la vez, razonablemente seguros debe ser una cuestión puesta a conciencia, y si posible, repetida como un mantra, porque por más que nuestro deseo sea de crear ambientes horizontales y seguros, estos no se van a concretar apenas porque esa es nuestra “intención”, sin que haya un trabajo especifico para alcanzar ese objetivo.
Hemos sido educadas en una cultura y en un sistema de enseño y trabajo extremadamente jerárquico, donde desde muy temprano aprendemos a callarnos frente a una “autoridad”, aprendemos a separar lo que serian nuestras emociones y nuestra intuición de lo que sería el pensamiento lógico, y nos enseñaron quienes deben y merecen ser escuchados con más o menos importancia de acuerdo con su género, color, edad, nacionalidad, etc.
No creas, cara amiga, que por entender que todas las personas deben ser escuchadas y llevadas en conta por igual que no irás caminando por la vida sin reproducir estas mismas dinámicas a menos que hagas un trabajo reverso de atención en algún momento. Este trabajo consiste, primeramente, en identificar a los perfiles de personas presentes en una actividad o formación, entendiendo que muy probablemente, estas personas se van a comportar llevando en cuenta el “peso” y “posición” social que ocupan.
Por ejemplo, los hombres blancos, principalmente los heterosexuales en general no tienen recelo de ocupar mucho espacio en las conversaciones, piden la palabra y comparten sus ideas, conceptos y pensamientos sin presentar demasiada inseguridad o miedo a equivocarse. Las mujeres en general, principalmente las más jóvenes, tienen una tendencia de hablar solo si están muy seguras de lo que van a decir, se sientes más cómodas de compartir una historia personal de que un concepto o idea, porque no se perciben como quien va a explicar algo a los demás. Las personas no blancas en general son más reticentes en hablar en público, principalmente si el grupo donde están incluye a muchos perfiles y etnias distintos, eso quiere decir que una persona no blanca en un grupo blanco puede cohibirse más de que una persona no blanca en un grupo mayoritariamente no blanco. También es probable que las personas racializadas en un grupo blanco piensen mucho antes de compartir una historia personal porque saben que pueden ser juzgadas de manera diferente que las demás personas en la sala. Como resultado, puede ser que las personas racializadas sean las que menos comparten lo que piensan según como sea el restante del grupo, en parte para no sentirse más vulnerable, pero también quizás, para evitar algún punto de atrito con los demás presentes, principalmente si están en menor número.
Así que el primer paso para crear a espacios horizontales y seguros es reconocer esas especificidades en los perfiles de los participantes porque de acuerdo con ellas podrás “feel the room” de la manera correcta y no guiándote por una supuesta harmonía basada en el silencio y en la ausencia de intervenciones más robustas.
El segundo paso será contar mentalmente el tiempo que las personas hablan y el espacio que ocupan en la conversación. Si existen personas que están dominando demasiado la narrativa, podemos intentar gestionar proponiendo que las intervenciones sean más cortas o que no hagamos desarrollos anecdóticos para explicar nuestras ideas hasta el final de la clase. Si se nota que ciertas opiniones son más dominantes que otras, podemos proponer un punto de vista opuesto y preguntar como se sienten sobre esta idea/pensamiento. No podemos obligar a las personas que están calladas a participar, pero podemos estimularlas haciéndolas sentir que están en un espacio seguro donde lo que tienen que decir es muy valioso justo porque hablan desde otra perspectiva. El compromiso de actuar como aliada debe ser algo palpable en el ambiente por parte de la moderadora/facilitadora, y se puede siempre ser reforzado por la mirada y por la manera con que la actividad es llevada a cabo, en otras palabras, cuando tratamos de temas sensibles, como feminismo, racismo, xenofobia, etc. No está para nada mal que haya un proteccionismo de las personas que sabemos que pueden ser las más afectadas por estas temáticas, bien como no permitir que la dominancia del espacio esté en las manos de los de siempre. Así como nuestras asimetrías sociales fueron creadas artificialmente (pero existen), es muy difícil crear un espacio libre de estas asimetrías sin que haya un movimiento artificial pero opuesto: una especie de discriminación positiva sutil, pero consistente con el objetivo de crear un espacio horizontal y seguro.
El tercer paso es ponernos vulnerables, cuando hablamos de temas sensibles, muchas veces hay personas que expresan conexiones emocionales importantes con lo que vamos hablar, cuanto más el espacio invite a hablar desde las emociones con tranquilidad, más hondo llegaremos. Otro recurso muy válido es hacer que la gente entienda que no estamos intentando buscar por una verdad que sea única, pero construir juntos un momento de intercambio de experiencias que sea válido. El grupo, llegue donde llegue va a pasar por una experiencia sobre la temática que nos propusimos a tratar con más o menos inmersión, pero cuanto más logremos crear esta horizontalidad, más horizontal también será la satisfacción de haber participado de esta actividad.
Un cuarto paso sería que la facilitadora hiciera ella misma un apunte después de cada intervención de una manera que las ideas presentadas estuviesen siempre seguidas por una pequeña pausa y apunte, lo que hace con que la dinámica de conversa sea más pausada, principalmente en grupos donde suponemos que hay muchas opiniones y valores distintos.
El quinto punto, pero no menos importante, es no solo entrenar la escucha activa, pero buscar por respuestas genuinas de forma activa. Eso significa preguntar lo que piensan los demás dándoles espacio para discordar y desconfiar cuando nadie se opone o matiza sobre lo que se está decidiendo/concretando/debatiendo. En un espacio donde las personas se sienten realmente seguras, lo normal es que hagan apuntes que ni siempre correspondan con estar de acuerdo a 100%. Desconfíen cuando nadie se opone, difiere o matiza lo que se está debatiendo, lo que a principio puede ser leído como una buena señal, puede ser solamente un síntoma de que hay personas que no se sienten cómodas para decir lo que piensan.
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